viernes, 29 de abril de 2011

Nicola di Vari: Gitano es mi corazón

21 de septiembre de 2008
Fuente La República

 
Después de quince años, Nicola di Bari, el baladista italiano más famoso en el continente, se presentará en Lima el 18 de octubre para desempolvar viejas canciones de amor que todavía aceleran corazones.
Por: Ángel Páez.

Nostalgias | Concierto. Nicola di Bari. Gitano es mi corazón
Nostalgias | Concierto. Nicola di Bari. Gitano es mi corazón
Nostalgias | Concierto. Nicola di Bari. Gitano es mi corazón

   























Nadie que se llame Michele Scommegna podría haber triunfado como cantante romántico. Michele Scommegna lo sabía   perfectamente. En realidad, a Scommegna, un hijo de campesinos, ni siquiera se le había cruzado por la cabeza que sería famoso como baladista, ni como Scommegna y mucho menos como Nicola di Bari.
Como relata en su autobiografía, Scommegna sostiene que lo que cambió el curso de su vida fue haberse compadecido de un vendedor de helados de Zapponeta, su pueblo, que no podía ofrecer a gritos sus productos porque su voz era diminuta. Michele descubrió que poseía una potente, cavernosa y atractiva voz cuando comenzó a ofrecer los helados a todo pulmón. Sonaba especial, distinto, profundo. Así es que decidió ensayar cantando para sus amigos. De allí comenzó a ganar concursos regionales y hasta firmó contrato con un sello discográfico, pero su meta era conseguir la corona que concedía el exigente y masivo festival canoro de San Remo, en una época en que disfrutaba de un prestigio mundial. En ese tránsito, agradecido por lo que consideraba una bendición divina, Michele Scommegna adoptó el nombre de uno de los santos más populares de Italia, San Nicola di Bari, el mismo que inspiró la leyenda de Papa Noel. Aunque, la verdad, el patrón de su pueblo, Zapponeta, donde nació el 29 de setiembre de 1940, era San Miguel. No la tuvo fácil el muchacho flaco y miope, de mirada triste y enormes gafas. Tres veces seguidas, en 1965, 1966 y 1967, Di Bari falló en su intento. Y perdió por cuarta ocasión en 1970, a pesar de la protesta del público. Reconocido, además de intérprete, como compositor, Nicola Di Bari persistió. En 1971 cantó en dueto con Nada Malanima "Mi corazón es un gitano" y venció al favorito, Peppino Di Capri. Peppino había concursado con "El último romántico", un tema que luego grabaría Di Bari y que, por ironías del destino, se convertiría en su santo y seña (y no sería la única canción, ya que Nicola también registró "Un gran amor y nada más", con el que Peppino triunfó en 1973). Recién en solitario, en 1972, Nicola di Bari obtuvo el primer puesto con "Los días del arcoiris". Pero el hijo de campesinos quería romper el récord de cuatro títulos de Doménico Modugno y en 1974 compitió de nuevo, pero lo derrotaron. "En aquella época, ganar una manifestación canora de aquella importancia era una sensación casi de éxtasis, cuando oías pronunciar tu nombre y te proclamaban ganador", escribe Di Bari: "Pensabas que habías llegado a la cumbre. Era de veras increíble. Pienso que todavía lo es".
No sabía que mientras porfiaba en San Remo, en el mundo hispanohablante sus canciones lo habían convertido en un indiscutible ídolo. En la época en que reinaban las dictaduras militares, en América Latina, en los años 70 y parte de los 80, Nicola di Bari disfrutaba de una popularidad que antes no había tenido otro cantante italiano. "Trotamundo", "Como violetas", "Lisa de los ojos azules", "Tú y yo", "Vagabundo", "La primera cosa bella" sonaban encantadoras, narcóticas, seductoras, entre secuestros y desapariciones. Nicola Di Bari se había ganado el título de El último romántico. Con mucho menos cabello, con una voz antediluviana y al borde de los 70 años, Michele Scommegna sigue activo y canta como si lo hiciera por primera vez aquellos temas que son parte del canon amoroso latinoamericano. El pasado todavía le dura.

jueves, 28 de abril de 2011

El saxo lo pongo yo

El maestro del jazz latino presenta en vivo su reciente y premiado disco 
Por Ángel Páez
 Tocadisco | El saxo lo pongo yo
ÓYELO BIEN. Todo el mundo sabe en Cuba que Paquito D’Rivera es un anticastrista sin pelos en la lengua. Su rechazo al régimen no es solo de palabra. Cuando se enteró de que Santana tenía planeado presentarse en la entrega del Oscar del 2005 con una camiseta estampada con el clásico rostro del Che Guevara, Paquito lo convenció de que no lo hiciera. Desde que abandonó la isla en 1981, D’Rivera no ha dejado de fustigar ferozmente a Castro y sin embargo en la isla su nombre inspira respeto.
Aunque su obra no es parte del canon oficial, ningún músico puede obviarla, especialmente si se recuerda que el inventor del jazz latino, el legendario Mario Bauzá, dijo de él: "Es el único a quien conozco que toca verdadero jazz latino, mientras que todos los demás hacen jazz afrocubano". Es tan poderosa la presencia e influjo del saxofonista que una de las figuras de la crítica oficial, Leonardo Acosta, en su enciclopedia Cubano Be, Cubano Bop: Cien Años de Jazz en Cuba, no sólo le dedicó a Paquito D’Rivera más espacio que a otros sino que el maestro escribió el prólogo a la edición norteamericana del libro.
D’Rivera vino al mundo con un saxofón bajo el brazo. Antes de aprender béisbol o dominó, ya dominaba el instrumento de metal (en el álbum Portraits of Cuba, de 1996, aparece una fotografía del músico cuando era niño tocando un saxo sobre el escenario). Fue su papá, el saxofonista Tito Rivera –quien lo acunaba con las notas de Benny Goodman y Duke Ellington– el que lo presentó en el Tropicana en calidad de prodigio. Tenía solo seis años y vestía pantalones cortos. Desde ese momento el músico nacido el cuatro de junio de 1948 despertó la atención de todo el que aprecia el sonido afrocubano.
De la misma generación que otros grandes de la isla caribeña como Chucho Valdés, Arturo Sandoval y Emiliano Salvador, la obra D’Rivera ha impactado decisivamente en la evolución del jazz latino del último medio siglo con álbumes que son materia de inspiración y estudio. El inquieto músico que sólo pierde el humor cuando le mencionan a Fidel Castro, también ha incursionado en la literatura con un libro de recuerdos, Mi historia saxual, en el que no pierde la oportunidad de hacer leña al régimen. Pero en su presentación del próximo sábado seis de setiembre en Lima, Paquito sólo ofrecerá una muestra de la enorme dimensión de su música. No todos los días se repite un milagro parecido.
INFLUENCIA PERUANA
Casi un lustro después de abandonar Cuba, llegó a Lima por primera vez en 1985. Se presentó un año antes que lo hiciera Irakere, la orquesta con la que revolucionó la música cubana. Retornaría en 1995 con Giovanni Hidalgo,con un espectáculo que incluyó al maestro Óscar Avilés. Su bajista Óscar Stagnaro es el responsable de que Paquito incluya en su repertorio música e instrumentos peruanos. D’Rivera es un devoto de Chabuca Granda.
EL TANGO SEGÚN PAQUITO
Ha grabado con el chelista de origen chino Yo-Yo Ma, con el Cuarteto de Cuerdas de Buenos Aires, la Chamber Orchestra Werneck, la European Art Orchestra y la Absolut Ensemble. Ha registrado joropos, guapangos y habaneras, lo mismo que piezas de Mozart y Lecuona. Inspirado en su amado Astor Piazzolla, Funk Tango es su nuevo y enésimo premiado disco. Suenan el cajón y la quijada peruanos. Una delicia.

sábado, 9 de abril de 2011

“Es maravilloso todo lo que está pasando aquí”

La Republica

16 de enero de 2011

TANIA LIBERTAD. Es una de las intérpretes que más lejos ha llevado la música peruana, y lo ha hecho fusionando ritmos locales con sonoridades foráneas. Tania Libertad fue de las primeras que tomó ese riesgo y acertó antes que otros. Hoy es una artista consagrada que vuelve al país para confirmar su vigencia y mostrar la solvencia con la que transita por los géneros más insospechados. Desde Arequipa, donde se presentó esta semana, ella habla aquí de su carrera, del país y de sus recordados Benedetti, Saramago y Chabuca.      

Por Cristhian Ticona. Arequipa

Después de haber explorado distintos géneros, has hecho música mexicana, negra, criolla, boleros, etc. ¿Hay algún género por el que tengas una obsesión particular para tus proyectos musicales futuros?

–Se han inventado tantos géneros que por supuesto voy a morir y no voy a explorarlos todos. Yo siempre me acerco a aquellos en los que mi sensibilidad se sienta más cómoda. Por supuesto, no cantaría heavy metal, aunque me gustan muchas cosas del rock. Tampoco haría rap ni haría una improvisación de jazz porque no tengo esa capacidad, pero de pronto fusionadas es probable. Es más, estoy experimentado con música electrónica.

–Tú has hecho de las fusiones uno de tus baluartes musicales, y algunos puristas te critican por ello.

–Me gusta y respeto mucho el folclor, las raíces, pero creo que no hay ningún problema con fusionarlos o darles un nuevo aire. Yo estoy en contra de las fusiones cuando están hechas con mal gusto. Acabo de cantar en Lima, en una playa, en Asia, y les ofrecí una versión de El plebeyo con un arreglo minimalista, y se volvieron locos porque ahí está la canción y el ritmo, pero no es la misma guitarra llorona. Sigue siendo un vals pero tiene un aire que si se lo cantas a un europeo o un norteamericano también le va a gustar.

–Te recordamos por interpretaciones geniales como Alfonsina y el mar o Concierto para una sola voz, pero también grabaste un disco de arias. ¿Acaso ha sido este tu disco más difícil?

–Sí, cómo no. Me costó muchos sentimientos. Lloré después de haber aceptado hacer el disco. No quería hacerlo, pero el ingeniero Carlos Slim me persiguió tanto tiempo que tuve que decirle ya. Pero luego tuve un ataque de arrepentimiento y lloré porque sentí que me había pasado de soberbia. Sabía que no iba a poder hacerlo.

–Sin embargo, resultó un álbum extraordinario.

–Claro, pero estuve llorando cuatro meses arrodillada, con un aparato de sonido oyendo a María Callas porque yo quería cantar como ella, y fue esa mi peor soberbia.

–Empezaste precozmente en la música. A los siete ya eras conocida y a los nueve grabaste tu primer disco. ¿Cómo descubriste que tenías una voz prodigiosa?

–En realidad empecé a los cinco. A los siete ya ganaba dinero cantando. A los diez viene el éxito de la Contamanina. Pos yo me descubrí solita. Vivía en Chiclayo, que era un pueblo muy chico. Tenía un grupo de amiguitos que nos inscribíamos en todos los concursos de radio, y mi mamá se viene a enterar de esto cuando ya estoy en la final de un concurso. Tenía mis zapatos muy rotitos y entonces le dije: fíjate que soy finalista, y mi mamá se hizo un préstamo, éramos muy pobres, y me compró unos zapatitos de charol.

–Te fuiste del país en 1980 y en México empezaste una carrera ascendente desde cero, cantando en las plazas, en las cárceles.

–Totalmente de cero. No llevé ni los discos que tenía aquí, ni la ropa, ni el currículum. Estoy muy orgullosa de no haberle quitado el lugar a nadie en México; yo me lo gané.

–¿Cómo has encontrado el Perú ahora? ¿Crees que está encaminado?

–Me parece maravilloso todo lo que está pasando aquí. Cuando me fui el Perú estaba muy mal, empezaba la violencia terrorista, pero todo estaba muy mal, no había respeto por nada. A mí no me gustaba lo que hacía aquí porque yo vivía como una doble vida. Tenía que cantar por las noches en unas peñas, y luego por las tardes me iba a escondidas a cantar a los maestros en huelga y les cocinábamos la sopa. Había mucha polaridad, la gente estaba muy dividida, era muy difícil vivir aquí.

–¿Trovadicción y Como una campana de cristal son tus trabajos más políticos?

–Yo cantaba cosas de la trova desde acá. En el Teatro Municipal hacía cosas de (Joan Manuel) Serrat, de Silvio Rodríguez, de Pablo Milanés, pero la importancia de Trovadicción es que me atrevo a salirme de la trova pura y a meterme con el rock y con otros ritmos. Los trovadores no se salían de la guitarra, y yo me atrevo a hacer cosas con batería y guitarra eléctrica.

–¿Define ese disco de algún modo tu militancia en la izquierda? ¿Qué crees que ha pasado con la izquierda peruana?

–No lo sé (risas). Estuve con Susana  Villarán, me parece una mujer extraordinaria. Creo que la tolerancia le ha aportado mucho a la izquierda en general.

–¿No crees que le ha pasado lo mismo que a los trovadores, que le ha faltado reinventarse?

–Mira, primero quiero ver gobernar a Susana. Aquí realmente la izquierda nunca ha estado en el gobierno. Los últimos gobiernos han sido de derecha moderada, más de centro, y hay que reconocer que le ha servido al Perú. Creo que la gente ha madurado mucho. Espero que no vuelvan los populismos porque eso es lo que más daño le hace al país.

–Tus versiones de Ojalá o Gracias a la vida son de antología, pero hay una de Sin la luna de Alejandro Filio que es de culto.

–¿Tú conoces Sin la luna? Poca gente la conoce. Esa canción es hermosa. Esa canción está grabada con una sola guitarra, que es la de su autor. Yo estaba muy resfriada, había ido a Guadalajara a cantar y me desvelé. Pero, con todo, a la gente le ha gustado mucho esa canción.

–Tienes el mérito de haber musicalizado poemas de Juan Gonzalo Rose, Mario Benedetti y Pablo Neruda.

–Claro, he tomado mucha obra de los poetas. De (Manuel) Scorza grabé Serenata, de (César) Calvo ni se diga. Yo pertenecí al movimiento de música popular que se hizo en la época de (Juan) Velasco y era de los talleres de la canción popular.

–Fuiste muy amiga de Benedetti. ¿Cómo asimilaste su muerte?

–Imagínate. Fui su amiga desde el año 75. Cuando hice el disco para él (La vida ese paréntesis) fue en el año 98, y le gustó tanto que cada homenaje que le hacían en España me llevaba para que yo cantara.

–Un disco que prologó el Premio Nobel de Literatura José Saramago.

–Él también se volvió loco cuando me oyó cantar en España en un homenaje a Rafael Alberti. Como ese disco salía para Alfaguara, me aceptó escribir el prólogo antes de ser nombrado Nobel. Y cuando lo nombraron yo dije: ya se fregó la cosa, ya no me va a escribir nada. Pues no, en el trayecto de Lanzarote a Lisboa, me escribió el prólogo.

–¿Cuánta ha sido la influencia de Chabuca Granda en tu música?

–Enorme. Era una persona muy sabia. Estuve hace unos días con su hija en México porque le vamos a hacer un homenaje allá. Yo le contaba todas las cosas que había aprendido de su mamá y también la cantidad de veces que le desobedecí y me fue mal. Una vez tenía que ir a cantar a un festival a Puerto Rico y ella me dio una canción y dije: no, yo quiero cantar Las flores buenas de Javier (Heraud), y ella no se enteró. Cuando la canté así nomás por mis pistolas, saqué cero pues. Porque era Puerto Rico, Estados Unidos, y ella me había dicho: cómo vas a llevar una canción de un guerrillero a Puerto Rico. Y me vine con cero.

sábado, 5 de marzo de 2011

Lucho Macedo y su Fabulosa Sonora

50 AÑOS DE EXCELENCIA
Por: Enrique Vigil Taboada kikevigil@yahoo.com
Fuente Original: Mambo-Inn  This e-mail address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it

Antecedentes

Las primeras manifestaciones orquestales en el Perú aparecen durante los turbulentos años 30 en medio de una coyuntura política nacional inestable. Las orquestas bailables de la época se encontraban fuertemente influenciadas por sus pares cubanas, en especial, por las orquestas “Casino de la Playa” y “Lecuona Cuban Boys” de Ernesto Lecuona. La admiración por la “Orquesta Riverside”, “Habana Cuban Boys” de Armando Oréfiche y “Afrocubanos” de Machito, motivaron a la aparición de nuevas agrupaciones en la década siguiente. Lo propio sucedió en otras latitudes como en la República Dominicana, Panamá, México, Venezuela, Colombia, Puerto Rico y el resto del Caribe. Eran los tiempos de las grandes bandas norteamericanas que aparecieron durante y después de la segunda guerra mundial.


El maestro Lucho Macedo.

En la década del 50, la música tropical, como se le conocía a la música del Caribe, constituyó todo un fenómeno socio-cultural en el Perú. Las orquestas de César Santa Cruz, Charles Rodríguez, “Los Locos del Mambo” de César Augusto Altamirano, Al La Roca, Richard Baris, Carlos Pickling, “La Swing Makers Band” dirigida por Carlos Noya, “La Récord”, Armando Boza, Roberto Mori, Rubén Menéndez, Eulogio Molina, Freddy Rolland, entre otras, deleitaban a la audiencia limeña, interpretando guarachas, merengues y boleros. Sin embargo, la que alcanzó los mayores logros y prestigio internacional, compartiendo honores con la legendaria Sonora Matancera fue la del maestro Luis Young Agüero, más conocido como Lucho Macedo.

Nacido en Lima el 18 de febrero de 1930, sus padres fueron don Luis Young, un excelente pianista, compositor y arreglista que formó su “Orquesta Young Macedo” en 1933, de quien hereda todo el sentimiento por la música y doña Juana Agüero, quien se ocupaba de los quehaceres del hogar. Lucho Macedo forma parte de aquella legión de músicos peruanos que lograron la excelencia profesional y el virtuosismo de gran maestro. Sus inicios los dedica a estudiar la batería y el violín, convirtiéndose a la edad de 10 años, en un niño prodigio de esos instrumentos.

Al culminar su etapa escolar, a pesar que la música era su gran pasión, decide estudiar arquitectura. Sin embargo, el interesante panorama musical de aquellos años 50, lo hace cambiar de opinión. Recibe diferentes propuestas para trabajar como pianista y arreglista, siendo esta experiencia fundamental para lo que a la postre sería la esencia de su gran éxito, su dominio excepcional en el piano.

La noche del Jazz Zone homenajeado por Enrique Vigil.

Integró la orquesta “Panchito y sus Melódicos” que animaba el Restaurante La Cabaña del empresario León de Monzante. Un saxofonista argentino que llegó con la orquesta de Pérez Prado y que se quedó en el país, Ángel Bagni, más conocido como Freddy Rolland, fue el director de esa orquesta. Sobre el cambio de nombre, el maestro Lucho Macedo me hizo el siguiente comentario: “Al empresario no le gustaba el nombre de Ángel Bagni y nos pidió que le ayudáramos a ponerle un nombre mejor. Yo, en un arranque de gracia, propuse, que se llame Freddy Ronald, nombre de mi hijo mayor, pero, me entendieron Freddy Rolland. Gustó el sobrenombre y fue así como se le conoció a mi gran amigo Ángel, ¡Qué en Paz Descanse!”.

La Primera Sonora Peruana

Luego de cinco años de trabajar para diferentes orquestas, viajó en junio de 1955 a Guayaquil-Ecuador, como parte de la orquesta dirigida por el cubano Rubén Menéndez. Una exitosa gira de mes y medio por el país hermano lo inspiró a formar su propia agrupación. “Me encontraba en capacidad de dirigir mi propia orquesta. Pensé que había llegado la hora de hacerla realidad. Pero, tenía una gran duda sobre conformar una Sonora tipo La Matancera o una Orquesta a lo Pérez Prado... reflexionando sobre los costos, la logística y el repertorio, decidí en una Sonora… además, la primera en el Perú”.

Y así fue. Reunió a un grupo de buenos músicos y después de tres meses de ensayo, participó en el programa Concentración de Estrellas de radio La Crónica. Un concurso de orquestas que fue conducido por el desaparecido maestro de ceremonias David Odría. El debut no pudo ser mejor. Fueron los ganadores indiscutibles de ese concurso obteniendo un contrato por tres meses para actuar en dicha emisora, a partir del 2 de noviembre de ese mismo año.


La primera Sonora Macedo. (Arriba): Humberto Salas (Primera Trompeta), Chiquito Macedo (Cantante), Miguel Querevalú (Segunda Trompeta), Victor Aquije -Joe Di Roma (Bajista), Lucho Macedo (Piano) - (Abajo): Hugo Macedo (Timbales), Fernando Navarro (Congas).

El sonido tan parecido con la Sonora Matancera fue impresionante. Su afinque tuvo una tremenda acogida en los radio oyentes. Tanta fue la aceptación del público que hasta las emisoras de la competencia los querían contratar. A fines de noviembre fue solicitado por el director artístico de radio San Cristóbal, Pedro Tello Cadenas, para acompañar a la ya entonces famosa Celia Cruz, quien llegaba por primera vez al Perú. Celia le comentó: “Mire maestrito, estoy tan feliz porque no tenía la menor idea de que aquí en Perú se tocara tan bien la música cubana. Parece que estuviera con La Matancera. No tiene nada que envidiarle. Me ha dejado impresionada. Lo felicito”. El espectáculo con Celia Cruz fue sólo el inicio de lo que posteriormente vendría, grabar en el prestigioso sello disquero MAG del ingeniero Manuel A. Guerrero y la definitiva consolidación como la mejor agrupación de música tropical en nuestro medio.

Con los años, ese éxito traspasó fronteras, pues sus grabaciones fueron editándose en el extranjero. Sellos disqueros como: Peerless de México, Sonus de Venezuela, Discos Victoria de Colombia, registraron verdaderos ‘records’ de ventas. Sus versiones de: “La Boa”, “No, no, no”, “Margot”, “Dame bururú”, “No vuelvo”, “El mujeriego”, “Compay Lobo”, “La Bambaita”, “Yo no bailo con Juana”, “El manotón”, “Cara sucia”, “Baila mi rumba”, “El último bembé”, “Ave María Lola”, “Pachangueando”, “Moliendo café”, “Botaron la pelota”, “Mambo borracho”, “Bésame mucho”, “No hay amigos”, “Burbujas”, “Delirio”, “El sonsonete”, “Mi velerito”, “Descarga Sonora”, “La Pachanga”, “Estamos chao”, “La pitita”, “La pollera colorá”, “Sabor a mi”, entre otras, fueron magistralmente arregladas por el maestro Lucho Macedo.


El importante sello MAG ha editado el CD “50 Aniversario de la
Sonora” con los mejores éxitos en la carrera musical de Lucho Macedo. 


Debo detenerme en este punto para analizar el éxito que llevó al maestro Macedo a liderar una de las bandas más interesantes e importantes del mundo de la música latina. Si bien en sus inicios imitó el sonido de la Sonora Matancera, también es cierto, que en pocos años logró diferenciarse de la agrupación cubana por el uso de unos arreglos más sofisticados y la presencia de algunos solos instrumentales con ciertos giros jazzísticos. Su piano marcó la diferencia. Recorría el son o la guaracha con la misma facilidad que el jazz o la música clásica. Sus solos de piano fueron tremendamente efectivos, siempre atacando el montuno e incitando al bailador a despojarse de sus mejores recursos. “Bésame mucho” de Consuelo Velásquez es un ejemplo de su inigualable virtuosismo. El mismo que conoceríamos años después con el salsoso estilo de Richie Ray.

La Internacionalización

En febrero de 1962 viaja por primera vez a los Carnavales de Caracas-Venezuela. Su Sonora fue recibida en el aeropuerto de Maiquetía, como un caso único en la historia, por toda una multitud que coreaba sus temas y que poseía una banderola que decía: “Bienvenidos Sonora Lucho Macedo”. En mi reciente viaje a Venezuela pude conversar con quien es una autoridad musical en Caracas, el señor Enrique Bolívar Navas, quien me contó sobre el impresionante recibimiento que en aquel entonces tuvo Lucho Macedo y sus músicos. “La orquesta de Víctor Piñero, en la pista de aterrizaje, los recibió interpretando el vals peruano “Estrellita del Sur” y luego “Alma Llanera”, en medio de los fanáticos que se encontraban en el lugar”. La llegada de Lucho Macedo fue todo un acontecimiento en Venezuela y así lo destacó el diario El Nacional, que dedicó una edición especial titulada Los Incas del Ritmo en Caracas con fotos y comentarios alusivos a la trayectoria de la agrupación peruana.


Con Pedro Night y Celia Cruz. Don Pedro, primer trompeta de la
Sonora Matancera, sostiene: Las Sonoras, Matancera y Macedo,
eran como dos gotas de agua. 


A partir de esa fecha los contratos al exterior fueron presentándose cada vez con mayor frecuencia. Viajó a los Carnavales de La Paz-Bolivia y a las Ferias de Cali-Colombia, en reiteradas oportunidades, siempre con el éxito consiguiente.

En 1971, ingresa al restaurante turístico El Tumi donde permaneció por tres años. Durante todo ese tiempo, acompañó a las máximas figuras del género que visitaron Lima como: Xiomara Alfaro, Roberto Ledesma, Miguelito Valdez ‘Mr. Babalú’, Nelson Pinedo, Carlos Argentino, Leo Marini, Celio González, Celia Cruz, Olga Guillot, Rolando La Serie y el gran Tito Rodríguez, con quien grabó el sensacional LP 25 Aniversario. Esa producción con el tiempo se ha convertido en fiel testimonio de la excepcional dirección orquestal del maestro Macedo.

En 1975, viaja a Nueva York para presentarse junto con otros grupos de fama mundial en el Madison Square Garden. En esa ocasión alternó con las Estrellas Alegre, Johnny Pacheco, Ricardo Ray y Daniel Santos, entre otros. Este último tuvo un gesto muy especial con el maestro Macedo, a quien presentó diciendo: “Por su tamaño podría ser mi hijo, pero por su talento podría ser mi padre”. En aquella ocasión la Sonora estuvo integrada por Carlos Hayre (Bajo), Coco Lagos (Congas), Richard Macedo (Timbal), Emilio Chulli (Trompeta), Tomás Rebata (Trompeta), Tito Chicoma (Trompeta), Mocho Bustamante (Guiro y Clave) y sus cantantes, Manolo Castro y Rosita Negreiros.


Dos discos de oro que evidencian la calidad y el reconocimiento
al gran maestro peruano. 


A su retorno de Nueva York, influenciado por la onda salsera que desbordaba la ‘Gran Manzana’, decide producir un disco en homenaje a Richie Ray, se tituló Sonido Bestial. El disco tiene un detalle especial, no fue grabado para el sello MAG, a pesar de su contrato vigente con esa discográfica, sino para el sello FTA y, a fin de no tener problemas contractuales, el disco fue presentado como la Orquesta Salsa Latina dirigida por Luis Young Agüero. Lamentablemente, esa característica de cambio de nombre no ayudó a la promoción del disco quedando totalmente en el abandono radial. Soy de los pocos que deben tener esa producción y puedo confirmar categóricamente, que es de los mejores discos producidos en aquellos gloriosos años 70, cuando la salsa estaba en plena expansión.

Años después, en 1987, regresó a Nueva York con su cantante Manolo Castro para integrar una agrupación de estrellas dirigida por el maestro Johnny Pacheco, quien era gran admirador de su Sonora. Pacheco tuvo palabras muy elocuentes con respecto a la calidad del maestro peruano, como músico profesional y director de primera línea. Alternó en esa oportunidad con la orquesta de Joe Quijano, quien tenía de pianista al gran Charlie Palmieri, con Canelita Medina de Venezuela y de “Cali Charanga” de Colombia. Esa presentación fue un momento importante para la carrera del gran pianista quien, hasta ese momento, llevaba más de 30 años como director de orquesta.

Reconocimientos

Sin lugar a dudas, el maestro Lucho Macedo es el músico peruano de mayor trayectoria y reconocimiento internacional. Sus discos a pesar del tiempo de grabados siguen vigentes en el mercado latino de los Estados Unidos. Este hecho le permitió recibir en 1996 el importantísimo trofeo mexicano “Al Prestigio Comercial y Mejor Imagen”. Del año 1997 al año 2001, fue galardonado con el “Sol de Oro a la Excelencia” y finalmente, en el año 2002, le otorgaron el trofeo “Galardón Mundial a la Calidad Siglo XXI”.


Con Las Leyendas del Ritmo en el Jazz Zone. 

Hoy dedicado también a la enseñanza musical, el maestro Lucho Macedo, integra una de las agrupaciones que, a decir de muchos, ostentan el grado de “Leyendas del Ritmo”. Agrupación dirigida por el timbalero Oscar Nieves Cornejo y que rescata aquellos ritmos que hoy difícilmente pueden escucharse. Hace algunas semanas fue el especial Descargas: Hoy Como Ayer y posteriormente, Tributo a las Charangas. Esta última integrada por los maestros Antonio Correa (Congas), Fernando La Torre (Bajo), César Vivanco (Flauta), Héctor Cortez (Violín), Ruy Maldonado (Violín), Carlos Uribe (Voz), Coco Auyón (Voz), Orestes Avendaño (Voz), en la dirección Oscar Nieves (Timbal) y Lucho Macedo (Piano).

Ver al maestro Lucho Macedo tocar el piano es todo un espectáculo. Derrocha vida y alegría, sabor y sandunga, calidad y excelencia. Desde nuestra página Mambo-inn.com le extendemos nuestro afectuoso saludo y felicitación por sus exitosos 50 años brindando alegría y satisfacción a sus innumerables fanáticos que, ayer como hoy, siguen deleitándose con su ‘Fabulosa Sonora Macedo’..

DERECHOS RESERVADOS
www.mambo-inn.com

FANIA ALL STARS

Fuente original: Mambo-inn

La leyenda está viva

Eloy Jáuregui Coronado (*)

El siguiente texto es un fragmento de mi libro Pa’ bravo yo. La historia de la Salsa en el Perú, que aparecerá en julio. Es un escrito condensado de ese gran capítulo que se llama Fania All Stars, la más grande organización musical de nuestro continente. Se publica gracias a la admiración que siento por la tarea difusora de Enrique Vigil Taboada, líder del consorcio “Mambo-inn” en todas sus expresiones y a propósito de la llegada de la Fania al Perú.

Para Luis Rospigliosi Carranza

En aquel tiempo, numerosas culturas que poblaban el mundo, aceptaban que el sétimo día fue aquel en que Dios creó la música. Es decir, diseñada la tierra a la perfección, el Creador supo que a su maravilla terrenal le faltaba un sonido que armonice y reanime el alma humana. Así, la música no fue más que aquella manifestación sensual que comunicaba a los seres y los emocionaba en extremo. No obstante, se reconoce que no es hasta el día siguiente que propuso Dios: hágase la alegría. Y ésta no hizo otra cosa que obligar al júbilo del cuerpo, es decir, a ponerlos a danzar a todos contra todos. Ese y no otro fue el momento en que se inventó el germen de las melodías y los ritmos en medio de un diluvio de la más perfecta sabrosura.

Louis García, Adalberto Santiago, Ismael Quintana, Ismael Miranda
y Cheo Feliciano.

Existe el mestizaje como existe la fusión musical. Lo de Cuba tiene la misma intensidad en islas como Puerto Rico y República Dominicana. De ahí que la mayoría de términos en el plano de los aires bailables son semejantes aunque guardan características propias. Es pues el tráfico de esclavos y de bienes en el Caribe, aquel fenómeno que permite también que circulen las músicas criollas que se van formando en distintos países. Cuba exporta algunos de los ritmos de origen africanos y éstos se van enriqueciendo paradójicamente en ambientes marginales y mulatos de las costas Caribes. De esta manera, la música criolla en Puerto Rico es esencialmente ecléctica y abigarrada. Por eso, también, es única. Se dice que en Puerto Rico «hasta las piedras cantan» y no les falta razón. Géneros como la Bomba, la Plena y el Aguinaldo enriquecen la tradición borinqueña y permite el surgimiento de grandes compositores. Rafael Hernández y Pedro Flores, son el mejor ejemplo en la primera mitad del siglo XX y Tite Curet Alonso y Johnny Ortiz son sus pares de final de ese siglo que permitieron por osmosis la aparición de cantantes como Daniel Santos, Tito Rodríguez, Héctor Lavoe y Cheo Feliciano. De ellos, los peruanos descubrimos su sabrosura y admiramos su cadencia callejera, casi desde su origen.

La Salsa tuvo un brillante pasado en nuestras costas. Desde los cincuenta, Lima bailaba con la Swing Makers Band, la banda de los hermanos Mori, la Orquesta de Las Américas de Carlos Pickling, la Orquesta Récord, la Orquesta La Rosa Hermanos, la Orquesta de Laureano Martínez, las bandas de Lucho Macedo y la de su hermano Hugo y Los Mulatos del Caribe, organizaciones que competían sin cuartel con las de los argentinos Freddy Roland (que vino al Perú con Pérez Prado), Domingo Rullo y Enrique Lynch. El sello Sono Radio que dirigía don Mario Cavagnaro (autor del bolero “Emborráchame de Amor” que cantó Héctor Lavoe) que a su vez tenía a su Sonora Sensación, contrató a la orquesta La Perfecta del panameño Armando Boza y luego al cubano Charles Rodríguez. Otros sellos como El Virrey auspició a la Sonora de Ñico Estrada, discos MAG puso de moda a la Sonora Capri y a la Sonora Callao, todas éstas, por supuesto, con el formato cubano que imponía la Sonora Matancera.

Pero existieron otras orquestas, combos que les decían, que tocaban como las bandas puertorriqueñas y/o cubanas. Ese era el caso de Papo Meléndez, el de Papo y su Combo Sabroso, ducho en el Boogaloo y la Plena. Mario Allison era otro extraño del ritmo. Pero sin duda, el conjunto Camaguey de don Reynaldo Menacho, con una mixtura de Son y Bomba, descubrió las venas abiertas del gozo peruano y hoy sigue en actividad con la conducción de su hijo Adolfo. Luego en los setenta, habría que añadir a la puja a las pequeñas bandas de Pedro Miguel y sus Maracaibos y al grupo Cumpay Quinto, amén de la banda de Félix Martínez «El Chévere». Es decir, al nombrar las orquestas más importantes --las de las ligas mayores--, quiero decir que había otras más, que tenían su circuito cerrado –Los Hermanos Silva, por ejemplo— y otros conjuntos que tocaban en cuanto matrimonio o actividad social lo requería. Para los limeños, las fiestas sólo valían la pena si había orquesta de por medio y las radiolas o el karaoke bien podían esperar su turno. Así, había una cultura de fiesta y una institución: la orquesta.

Johnny Pacheco, el director por excelencia.

En los setentas, cuando aparecieron en los EE. UU. los primeros discos de los sellos Alegre, Tico y luego, de Fania, obligó a que hasta en la radio haya espacios dedicados exclusivamente a la llamada «salsa dura». El primero, sin duda, aquel que dirigía el promotor Alberto Maraví, luego El hit Parade Latino de Jorge Eduardo Bancayán en Radio Libertad y quien sería maestro de ceremonia del primer “salsódromo” limeño: “Los Munidalistas”. Radio Libertad fue la emisora que año antes había impuesto a una orquestica cubana que había revolucionado el movimiento de las caderas nacionales y, que tuvo como conductores a Fernando Rubio, a Víctor Montero –autor de un notable libro Ahí llega la Sonora y a Javier Chávez, el espacio se llamaba: Ritmo y Sabor con la Sonora Matancera.


LA DÉCADA DE LA GLOBALIZACIÓN RÍTMICA

La década del 70 había empezado con un universo oliendo a marihuana, con la revolución de los hippies y esa música estridente que salían de las guitarras de Jimmy Hendrix o del chicano Carlos Santana. La Salsa, a su manera, se había consolidado como expresión musical del Caribe mulato, las playas de Borinquen, El Barrio neoyorquino, y alcanzaba su primera etapa de madurez.

El estudioso César Miguel Rondón describe así ese momento: «La Salsa es una forma abierta capaz de representar la totalidad de tendencias que se reúnen en la circunstancia del Caribe urbano de hoy y ‘el barrio’ sigue siendo la única marca definitiva». Así, la onda expansiva que impuso la corporación Fania y su orquesta Fania All StarS amén  de otros fenómenos masivos musicales hizo que la Salsa se convirtiera en un fenómeno mundial. Desde aquella reunión «en vivo» del Red Garter en 1968 y más tarde, la épica noche del Cheetah de 1971, la Fania impuso ese vital estilo establecido a fines del 50 por Cachao en sus grabaciones para la Panart en Cuba y de las reuniones de la Alegre All Stars y la Tico a mediados del 60 en Nueva York.

Hay que destacar que en medio de la producción de los años 70 y 80, aparecieron en Nueva York algunos grupos interesantes, como la Típica 73 y la Típica Ideal o el Grupo Folclórico y Experimental Neoyorquino, de Andy y Jerry González, que procuraba rescatar la salsa clásica en medio de la selva comercial que se había apoderado del género. De allí salió el Conjunto Libre, con el recordado timbalero Manny Oquendo, que grabó varios discos en los que podía respirarse el viejo sabor que deja el aroma de las caderas en fragua.

No es raro entonces encontrar películas como las del prestigiado realizador español Fernando Trueba quien le hace un homenaje en su film documental Calle 54 a la esencia de la Salsa. Cierto, él propone una suerte de yuxtaposición con el jazz y el flamenco, pero sólo son variantes para rendirle homenaje a un género que ha hecho bailar y lo seguirá haciendo a cualquiera que sepa disfrutar de los hervores del ritmo así haya nacido en Japón o en Copenhague.

Fania All Stars: Live at The Red Garter Vol. 1 (1967)

Recordar aquella performance de Fania de 1993 en una gira de tres conciertos —San Juan, Nueva York y Miami— que reunió a figuras como Eddie Palmieri, quien había prometido no tocar nunca con la Fania, y a Roberto Roena,  que reaparecía después de años de alejamiento, es afirmar que aquel ritmo es inmortal. «El primer día de ensayo —declaró Larrry Harlow a la revista El Manisero— todos llevábamos gafas oscuras para esconder las arrugas. Algunos teníamos un poco menos de cabello, algunos estaban más regordetes. Pero el sonido era exacto al de veinte años atrás. Salsa brava, montuno con tradición. ¿Por qué cambiar el sonido cuando ese es el buen sonido?»

Las Estrellas de Fania eran dirigidas por la maestría de un músico con pasta de severo gerente musical –no había otra forma—, Johnny Pacheco. Brillaban junto a él, el finado Ray Barretto en las congas, Larry Harlow al piano, Willie Colón en el trombón, Bobby Valentín en el bajo, Roberto Roena en el bongó. La Fania tenía su base principalmente en los líderes de las bandas más importantes de la compañía y sus cantantes: Pete ‘El Conde’ Rodríguez, Adalberto Santiago, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Santos Colón y Cheo Feliciano, todos portorriqueños.

Y muchos se preguntan por qué la Fania gustaba a propios y a extraños. Sería pertinente desmontar un secreto. Pacheco confiaba en los dúos. Así, Adalberto Santiago y Pete «El Conde» Rodríguez, eran cantantes muy identificados con la tradición sonera de Cuba en Nueva York y por sus trabajos en las orquestas de Barretto y Pacheco. Otro dueto que calzó a la perfección fue aquel de Ismael Miranda y Héctor Lavoe. Eran los muchachitos, los soneros jóvenes que expresaban su conexión directa con un estilo de soneo malandro y callejero. Y a esta pareja le correspondía su antípoda sonera, el dúo de Santitos Colón y Cheo Feliciano, dos solistas que venían de la tradición musical de Nueva York. Colón pertenecía a la Orquesta de Tito Puente. Feliciano fue el imprescindible cantante del Sexteto de Joe Cuba que a mediados del 60 arrasó en Nueva York. Santos Colón, era un cantante curtido, Cheo era sin duda el mejor cantante que tenía la Fania en ese momento y logró un soneo arrollador y elocuente en el número "Anacaona" y luego en esa joyita del melao de caña que se llamó "El Ratón".

La historia de la Salsa no tuviera ribetes de leyenda si sus personajes no fueran aquellos seres casi tocados con la vara mágica del mito. Narrar su historia es conocer los secretos de tantos temas que hicieron y nos hacen bailar hasta ahora. El dominicano Johnny Pacheco, uno de los fundadores del sello Fania, cuenta por ejemplo en la película Yo soy del Son a la Salsa, filme de Rigoberto López, que ya consolidado el sello Fania, era tal la cantidad de «estrellas» que decidieron darle partida de nacimiento a lo que sería después el espectáculo más grande de la música latina que se produjo en Nueva York en el siglo XX.

Este encuentro ya es historia, fábula y leyenda. Ella fue escrita la noche del Jueves 26 de agosto de 1971, fecha que muchos, con muy buenas razones, marcan como la fecha de nacimiento de la Fania All-Stars. Ralph Mercado, entonces dueño del local de moda, el Cheetah, les dio apenas 48 horas para organizar un mega concierto. Así, cuenta Pacheco, que ahora que ya tenían el local, el lío del reparto de la orquesta fue resuelto sobre el caballo, al final, estrellas eran lo que sobraban.

 Video promocional del Show de Fania All Stars en Lima.

Sin embargo, faltaba algo muy importante: los temas. Esa misma noche Pacheco se puso a componer ocho temas simultáneamente, mientras Bobby Valentín hacía en el acto los arreglos. En cuanto a lo económico, Masucci ya había vendido 4,000 entradas (más del doble de la capacidad del club) y la filmación estaba asegurada gracias al gran equipo del cineasta Leon Gast. Difícil escoger lo mejor entre toda la música que se tocó esa noche, ya que todo estuvo magistral, pero casi todos seleccionan de manera unánime como el clímax del concierto al son “Quítate tú”.

Pocos saben, no obstante, que el tema “Quítate tú”, recién fue compuesto horas antes del concierto cuando a falta de un tema, se fueron a almorzar con Valentin al restaurante “Asia”, el número uno y al salir, se quedaron atracados en la puerta giratoria. Ahí es donde sale a coro aquello de «Quítate tú para ponerme yo». En resumen, no sólo fue una noche gloriosa para el sello Fania, sino el nacimiento de una leyenda musical y por qué no, el inicio de la gran era de la Salsa.

LA FANIA ALL STARS, TODO UN CAPÍTULO

El título no es tan cierto. Trata de serlo.  Así, con los personajes más desconcertantes, con otros menos estridentes y algunos genios de esquina, se fue armando, preparando y diseñando aquella etapa dorada de la Salsa que tuvo como estructura emblemática a la organización Fania. Un emporio de talentos que sólo el flautista dominicano Johnny Pacheco logró ensamblar como una fábrica del sabor y de un ritmo que se impuso en el planeta musical sin importar el color o la religión de los mortales a quienes hacía simplemente gozar infectándolos de un swing sabroso.

La visión del italo americano Jerry Masucci y el oído de Pacheco convierten a Fania  en un monstruo que devoran a cuanta banda desconocida surge en Nueva York. La Salsa hacia arder los corazones y estos rompieron los diques de los bolsillos. El negocio fue redondo. Fania compra otras compañías disqueras latinas que funcionaban en la ciudad de los rascacielos. Sellos como Inca, Cotique y Tico pasan con músicos y todas sus chivas al gran fortín Fania. En 1970, el bongosero Roberto Roena y su orquesta, la Apollo Sound, que radicaban en San Juan de Puerto Rico, firman también para Fania.

Las irreverencias de los inicios de la Salsa fueron ajusticiadas por la crítica y no podía ser de otra manera. Ora, que era música insolente y agresiva, ora, que provenía de las miasmas del Barrio –Jorge Luís Borges opinaba igual del tango y uno está bien muerto y el otro está bien vivo--. Alguien decía que era música cubana vieja, que su nombre era una etiqueta para vender, que era música de gente baja, que propiciaba lascivia y promiscuidad, que le cantaba a las prostitutas, que no tenía nada de constructiva, que enajenaba a los jóvenes. Pacheco respondía, que igual dijeron de Louis Amstrong y de Elvis Presley. Pero, a pesar de estas críticas solemnizadas, su impacto en Nueva York y todo el Caribe --desde fines del 60 y principios del 70-- fue sencillamente avasallador.

Alfredo de la Fe y Bobby Cruz

La Salsa, que cumplió a fuerza de sangre sudor y lágrimas una función contracultural, como afirma Cristóbal Díaz Ayala, y que irrumpió teniendo como epicentro el Barrio Latino de Nueva York, fue la manifestación sonoro-musical de las transformaciones que organizaron músicos puertorriqueños junto a algunos cubanos y americanos sobre la base de diferentes géneros de la música cubana a los que le agregaron elementos del folclore boricua y del Jazz. La Salsa implicaba barrio, desasosiego, marginación, furia y sentimiento dramático frente a las garras de la vida. Así, esta música fue rápidamente asumida como propia por las comunidades de los barrios en las grandes ciudades latinoamericanas. Caracas, Cali, Ciudad Panamá, San Juan, Guayaquil o Lima y El Callao, no pudieron evitar sus flujos de salacidad y sus corrientes liberadoras.

A pesar de que la Salsa de los años del boom es considerada una verdadera criatura del Barrio, su alumbramiento formal se produjo en una sala de baile, el club, el Cheetah, situado a menos de cien metros de aquel famoso salón de baile Palladium que había cerrado sus puertas melancólicamente en 1964. Nadie imaginaría que el propietario del club, Ralph Mercado, estaba llamado a convertirse, al cabo de 30 años, en el industrial más poderoso de la Salsa.

Ya, desde 1968 Johnny Pacheco y Jerry Masucci integraron una suerte de gran selección con los músicos que estaba procreando la Salsa. El debut de la banda estelar del sello Fania fue en el hoy desaparecido club Red Garter y si bien la banda carecía de identidad propia, el repertorio que ejecutaron esa noche --recogido para la posteridad en los discos Live At Red Garter, Volúmenes 1 y 2--, tiene sus momentos especiales:  El tema "Como me gusta el Son" con Monguito en la parte vocal, Eddie Palmieri al piano, Willie Colon en uno de sus mejores solos de trombón de todos los tiempos y Tito Puente, castigando el timbal, que en "Guatacando" crea con luminosidad uno de los primeros jazz latinos. Cierto, la Fania All Stars no necesariamente se funda en este recital, pero el show cumplió su cometido inmediato: presentar en mayor escala a los artistas que ya componían el conglomerado Fania. Nadie se podía escapar de la rumba.

ESA NOCHE EN EL "CHEETAH"

Es un jueves 26 de agosto de 1971 pasadas las nueve de la noche y en el Cheetah hay más de 4 mil personas. De pronto se prenden las luces del escenario y aparece Dizzy 'Izzy' Sanabria –uno de los maestros de ceremonias-- pronunciando estas frases históricas: «¡ Ladies y gentleman, qué viva la música! ¡Latin music power!». Luego Sanabria dejó al segundo presentador, el disc-jockey de radio, Symphony Sid; a su turno, Sid presentó enseguida a Johnny Pacheco; y Pacheco a las figuras de la Fania, «la gente del sabor»: en las congas, el neyorquino de origen puertorriqueño Ray Barretto; en el bongó, el boricua Roberto Roena; en los timbales, uno de los pocos cubanos del equipo: Orestes Vilató; en el piano, Larry Harlow, un neoyorquino que pasó del jazz a la salsa y se enamoró de la música afrocubana clásica. En las trompetas, el dominicano Héctor 'Bomberito' Zarzuela, Roberto Rodríguez y Larry Spencer; en los trombones, un as norteamericano, Barry Rogers, el puertorriqueño Reinaldo Jorge y Willie Colón. El cuatro puertorriqueño, hermano del tres cubano, estuvo a cargo del Yomo Toro; Bobby Valentín se encargó del bajo.

Fania All Stars: Live at Cheetah (1971)

La nómina de cantantes también era estelar y, como los músicos, básicamente puertorriqueños Héctor Lavoe, Pete 'El Conde' Rodríguez, Ismael Miranda, Santos Colón, Adalberto Santiago y Cheo Feliciano. Todos ellos cantaron el cuarto tema de la noche, "Quítate tú", de Pacheco y Valentín, una descarga de más de 16 minutos y medio que se robó el espectáculo y fue producto de esas épicas casualidades que tiene los fastos de la historia, en este caso, de la historia del baile.

Es cierto que la Fania no pudo dejar de lado a los grandes mitos de la música 'afrolatinocaribeñoamericana'. Por eso Celia Cruz e Ismael 'Maelo' Rivera no podían estar fuera de esta gran convocatoria, ni mucho menos el mejor timbalero del mundo, el recordado Tito Puente. Otra pareja de famosos tampoco quedó al margen y las sonoridades divinas de Richie Ray y su compadre Bobby Cruz aportaron muchos números famosos, como el formidable "Sonido Bestial" y el timbaleo de Bobby Collazos.

'MAELO' Y LA FANIA ALL STARS

Y fue aquel 11 de julio de 1977 es una fecha histórica para la historia de la Salsa. Esa noche ocurrió el debut del eterno 'Sonero Mayor', Ismael Rivera, con la Fania All Stars. Fue en el concierto en el Madison Square Garden, el mismo que se grabó en vivo y luego se publicó al año siguiente en el álbum Live. Aunque casi todo el material que se tocó esa noche fue nuevo, no todo lo que sonó esa noche fue publicado en el disco. Sin duda, lo mejor de la grabación es la nueva versión de "El Nazareno" de 'Maelo', con Papo Lucca  luciéndose en el piano; también es notable "Felicitaciones", exitazo de Cheo Feliciano de 1976 --compuesto por Tite Curet-- en un nuevo arreglo de Bobby Valentín. Figura también el debate de soneros en "Saca Tu Mujer", con solos de Perico Ortiz y Yomo Toro y, en especial una contundente versión en vivo de "Cúcala", ahora con Celia y 'Maelo' en un memorable e histórico mano a mano. Barretto había retornado como el conguero estrella para este concierto, mientras el notable bailarín Anibal Vázquez –el tío de Roena-- pasa a ser el maestro de ceremonias oficial.

Después de este evento, 'Maelo', siguió cantando aunque con menos brillantez y potencia en su voz –cosa que él negaba rotundamente--, y se mantenía al frente de sus Cachimbos, ahora grabando bajo la sombrilla de Fania y escuchándose consistentemente en las ondas radiales con temas de Curet Alonso como "De Todas Maneras Rosas", "Mi Música" y el casi-himno "Las Caras Lindas".

Otro fenómeno cultural que produjo la Salsa en los setenta fue la aparición del panameño Rubén Blades quien se inició como empleado administrativo en el sello Fania y que fue invitado a debutar una noche con la orquesta de Ray Barretto, derrochando un sabor que había heredado por línea materna gracias a que su mamá fue una artista cubana. El contenido social y de afirmación latina de sus temas revolucionó la Salsa. Esa conciencia latinoamericana vivía en él desde niño, aun más cuando observó la sangrienta represión en 1964 cometida por tropas de Estados Unidos contra ciudadanos panameños que pedían la recuperación de la soberanía del canal interoceánico.

              Fania All Stars: Hector Lavoe - Mi Gente - Zaire, Africa 1974

Esta primera incursión de Blades en la cuna de la salsa había resultado poco prometedora, y el cantante regresó a estudiar derecho y canto a Panamá. En 1974 Fania lo contrata y, luego de una experiencia con Ray Barretto, en 1978 reaparece con la nueva agrupación del ya famoso Willie Colón. Su primer disco se llamó Metiendo Mano para luego grabar  Siembra --uno de los temas con los que Fania batió récord de ventas— y que incluye varias de sus más célebres canciones: "Pedro Navaja".

A Blades se le atribuye la formación del movimiento de la «salsa conciencia», que denuncia las condiciones de vida del pueblo latinoamericano, expresa los sentimientos de los hispánicos en Estados Unidos, y afirma la identidad de los pueblos latinoamericanos. También es padre de la llamada «salsa narrativa», que introduce textos largos y relatos donde antes sólo había estrofas cortas picantes o amorosas.

Otro capítulo que debo destacar es aquel del pianista De Bola de Nieve, y de quien el consumado poeta, Pablo Neruda, aseguró que: «se casó con la música y vive con ella en esa intimidad llena de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los teclados del cielo. ¡Viva su alegría terrestre! ¡Salud a su corazón sonoro!». Igual se puede decir de Tito Rodríguez, que lanzó los dogmas del ritmo a la barra de un cabaret y que cantó todos aquellos ritmos que trenzan las venas. Cierto, su interpretación de "Inolvidable" es de factura sedosa, fresca de brisas marinas, caliente como un cuerpo después del combate amoroso. Por eso Fania All Stars le brindó un homenaje juntando las voces de Cheo Feliciano y de Héctor Lavoe por citar a los salseros que mejor interpretan los boleros a hierro candente.

Finalmente, Cierta vez el escritor cubano Alejo Carpentier explicaba casi quejándose sobre las consecuencias de esta fiesta natural y popular. Decía que en su país y en los Estados Unidos existía un prejuicio y la más intensa animadversión contra la música popular y sobre todo, sobre la desenfrenada sensualidad que estos ritmos provocaba en los bailadores. Este fenómeno lo llevó a afirmar: «Donde las calles resonaban de tangos, rumbas, sones, bambucos, guarachas, boleros y mariachis, la hostilidad de ciertos músicos «serios», sinfonistas, profesores de conservatorio, hacían escarnio de la llamada música ligera; era evidente que en ellos existían actitudes que llegaban a cobrar caracteres inquisitoriales». Es decir, no sabían lo que era el verdadero manantial del gozo. La Fania, damas y caballeros, fue ese gozo y mucho más que hasta hoy tengo su imagen en el verano de Cali, estadio Pascual Guerrero y ya es el verano del 2001 y ellos no paran de tocar en medio del aguacero. Agua del divino sabor adivinado en el diván de los sueños y que al fin, nos anegará a los peruanos en este caliente marzo del 2011. Yo tengo un sueño. Ya me desperté. Y sigo bailando, con usted, mi morena tentación.


(*) Es escritor, periodista y profesor de la Universidad de Lima
DERECHOS RESERVADOS
www.mambo-inn.com

martes, 11 de enero de 2011

El día que perdí a Lennon


La República
Dom, 12/12/2010
 El Mejor La noche del 8 de diciembre de 1980 cuatro disparos se llevaron la vida del ex Beatle John Lennon. La noticia ensombreció las miradas de sus miles de fanáticos alrededor del mundo y el Perú no fue la excepción. Treinta años después, algunos de sus fans limeños recuerdan cómo vivieron la fatídica fecha, el momento en el que supieron que el hombre de carne y hueso había dado paso al mito. Pero el aniversario también fue el momento perfecto para disfrutar de su música, que se oyó en los homenajes que la capital dedicó en su memoria.
Por Cynthia Campos

“Han matado a John Lennon”. A la mañana siguiente del asesinato –la noche del 8 de diciembre de hace treinta años– las emisoras de radio de Nueva York, y luego las de todo el mundo, daban la lamentable noticia. Un fan enloquecido, que solo cinco horas antes le había pedido un autógrafo y hasta se había fotografiado con él, le asestó cinco disparos –uno fallido– que acabaron, así, violentamente, con la vida del autor de “Den a la paz una oportunidad”.

Esa mañana, el café del desayuno tambaleó en las manos del rockero peruano Gerardo Manuel, quien por entonces conducía un programa en Radio Miraflores llamado “La hora pirata”. “Recuerdo que eran las 8 de la mañana y que yo estaba en una cafetería cercana a la emisora cuando las radios dieron la noticia. No lo creí. Tenía que corroborarlo. Así que dejé el desayuno y en la radio, lamentablemente, lo comprobé. Sentí como si hubiera muerto un amigo del barrio. Y lo que dolió más fue que muriera asesinado. ¡Justo él! Un tipo que solo hablaba de paz. Fue un momento muy difícil”.

Pero no se sabía más. Como él, miles de entristecidos fans pugnaban por mayor información. Los detalles se sabrían después, con el transcurrir de los días. El 10 de diciembre, diarios y revistas daban cuenta de lo que fueron los últimos momentos del músico.

–¿Te das cuenta de lo que has hecho, desgraciado?

–Sí, acabo de matar a John Lennon.

Así, con total tranquilidad, según las crónicas de la época, Mark David Chapman, un desquiciado joven de 25 años, respondía a la desesperada pregunta de uno de los porteros del edificio The Dakota, en Nueva York, donde residía acaso el más recordado de los Beatles. El cuerpo ensangrentado de Lennon yacía a la entrada del edificio, entre los gritos de su esposa Yoko Ono y mientras Chapman dejaba caer el revólver calibre 38 que había empuñado con ambas manos para atacarlo.

Esta semana, Gerardo Manuel participó del concierto de homenaje “Un día en la vida”, en el Teatro Peruano Japonés, un repaso por la trayectoria de The Beatles. Pero ese 9 de diciembre de 1980, un día después de su partida, “lo primero que hicieron muchas radios –entre ellas nosotros en ‘La hora pirata’– fue dedicarle un homenaje musical. En las calles el clima que se respiraba era de melancolía, de tristeza generalizada. Fue un día muy gris en todo el sentido de la palabra”, recuerda Gerardo Manuel.

Confieso que he llorado

Desde el escenario del Parque Las Naciones en el distrito de San Miguel, donde se realiza acaso el más importante tributo a Lennon y The Beatles en Lima, Paco Giles y su grupo Revólver encandilan a los fanáticos y a los curiosos que se han acercado a la intersección de las avenidas Faucett y La Marina para contemplar las pruebas de sonido de lo que será el concierto de homenaje por el aniversario de la muerte de John Lennon. Los primeros acordes de Michelle resuenan y una que otra espontánea asistente lanza un suspiro, otros tararean. “El gusto por la música de los Beatles no desaparece y más bien pasa de generación en generación”, comenta Paco mientras afina su guitarra. “Los ideales que ellos plasmaron en sus canciones también son eternos.

Para Lennon, por ejemplo, era injusto que los jóvenes viajaran en contra de su voluntad a la Guerra de Vietnam, una guerra que no era suya, como decía. Por ello el entonces presidente de EEUU, Richard Nixon, se hizo enemigo de Lennon. Su temática de paz y justicia es en realidad de todos los tiempos. Por eso lo recuerdan”, asegura.

Es precisamente el sentido de compromiso social la característica más admirable del ex Beatle, a decir de Paco Giles. El llamado a la paz, a la libertad, a la igualdad no solo fue tema de su música sino que se convirtió en su forma de vida. “Hay que recordar las actividades que John y Yoko organizaban. Por ejemplo, ‘Fin de semana por la paz’ (con ellos en la cama y su habitación abierta a todos), en parte para protestar por la guerra, en parte para difundir el amor”.

Lo que sucedió la mañana del 9 de diciembre, el día después de la muerte de Lennon, es algo que Paco jamás olvidará, por lo inédito de la experiencia. “Yo me enteré por la radio. Fue una sensación rara, como si me hubieran dicho que se murió un hermano mayor. Y es que mi grupo de amigos, todos aficionados a la música, lo veía así. Recuerdo que esa tarde salí sobrecogido a caminar. Y como yo vivía por Barranco me fui a caminar por el malecón. Tal fue mi sorpresa cuando, entre mi nostalgia, encontré allí a otras personas, parejas de enamorados, grupos de amigos, también melancólicos, que se habían reunido de manera inesperada y espontánea. Todos recordando a Lennon contemplando la inmensidad del mar. Fue algo que nunca volví a ver en mi vida. Confieso que se me escapó una que otra lágrima”, dice Paco. Pero el tiempo de recordar se acaba. Es tiempo de ensayar. Dejamos el escenario, el sol se va poniendo y los acordes de “Norwegian Wood” parecen apoderarse hasta del aire.

La goma de mascar Beatle

A la mesa de la sala del músico y profesor universitario Juan Carlos Guerrero le hace falta una velita para ser todo un altar. Desde discos de vinilo originales, ediciones peruanas, norteamericanas o colombianas. Desde cartucheras hasta la lonchera con la foto de los Beatles que llevaba al colegio cuando tenía 8 años, pasando por casetes, posters, cancioneros, revistas y la envoltura de una goma de mascar en forma de cubierta de disco LP, comprada a la salida de un cine (de hecho, la goma de mascar –de fresa– tenía también la forma de un LP). Todo ha sido conservado con el mismo entusiasmo con el que Guerrero habla ahora sobre su afición de toda la vida: los Beatles. ¿Su Beatle favorito? Todos, dependiendo del estado de ánimo. Esta vez, obvio, el elegido es John. “Admiro que haya sido un tipo atrevido y creativo. Hay que recordar que entonces los rockeros ganaban millones de dólares. Entonces él era un músico exitoso que protestaba por las cosas que estaban mal, y eso llama la atención. Además decía las cosas con honestidad. En eso radica su genialidad”, afirma Guerrero.

El día en que el mundo amaneció sin Lennon, Juan Carlos Guerrero vivía los últimos días del quinto año de secundaria. “Recuerdo que con mis amigos siempre hablábamos de música y ese día oímos la noticia: han matado a John Lennon. No lo podíamos creer, hasta que al día siguiente –10 de diciembre de 1980– a la salida de la escuela fuimos al puesto de periódicos y sí, efectivamente, lo habían asesinado. Sentí como cuando un amigo tuyo muere, de esos patas que los conoces pero que no los ves hace años. Y obviamente, como cualquier fan, regresé del colegio a mi casa y todo el día estuve escuchando mis discos. También empecé un álbum con los recortes de periódicos que informaban sobre su muerte”, recuerda.

Lennon en el corazón

Desde 1980, el año en que perdimos a Lennon, no se podría contar la cantidad de homenajes, discos tributo y actividades en su memoria. La última semana, una multitud de fanáticos se reunió al pie del edificio The Dakota a esperar que Yoko Ono encendiera una vela de homenaje, como todos los años. La revista Rolling Stone publicó íntegra la última entrevista que dio a un medio impreso, en la que John afirmó que no le interesaba ser “un jodido héroe muerto” y habló sobre un posible reencuentro de los cuatro de Liverpool, para retomar su carrera musical. “Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿no?”, dijo al respecto, sin saber que tres días después estaría muerto. Su música, en cambio, es algo que las balas no pudieron silenciar.