viernes, 29 de abril de 2011

Nicola di Vari: Gitano es mi corazón

21 de septiembre de 2008
Fuente La República

 
Después de quince años, Nicola di Bari, el baladista italiano más famoso en el continente, se presentará en Lima el 18 de octubre para desempolvar viejas canciones de amor que todavía aceleran corazones.
Por: Ángel Páez.

Nostalgias | Concierto. Nicola di Bari. Gitano es mi corazón
Nostalgias | Concierto. Nicola di Bari. Gitano es mi corazón
Nostalgias | Concierto. Nicola di Bari. Gitano es mi corazón

   























Nadie que se llame Michele Scommegna podría haber triunfado como cantante romántico. Michele Scommegna lo sabía   perfectamente. En realidad, a Scommegna, un hijo de campesinos, ni siquiera se le había cruzado por la cabeza que sería famoso como baladista, ni como Scommegna y mucho menos como Nicola di Bari.
Como relata en su autobiografía, Scommegna sostiene que lo que cambió el curso de su vida fue haberse compadecido de un vendedor de helados de Zapponeta, su pueblo, que no podía ofrecer a gritos sus productos porque su voz era diminuta. Michele descubrió que poseía una potente, cavernosa y atractiva voz cuando comenzó a ofrecer los helados a todo pulmón. Sonaba especial, distinto, profundo. Así es que decidió ensayar cantando para sus amigos. De allí comenzó a ganar concursos regionales y hasta firmó contrato con un sello discográfico, pero su meta era conseguir la corona que concedía el exigente y masivo festival canoro de San Remo, en una época en que disfrutaba de un prestigio mundial. En ese tránsito, agradecido por lo que consideraba una bendición divina, Michele Scommegna adoptó el nombre de uno de los santos más populares de Italia, San Nicola di Bari, el mismo que inspiró la leyenda de Papa Noel. Aunque, la verdad, el patrón de su pueblo, Zapponeta, donde nació el 29 de setiembre de 1940, era San Miguel. No la tuvo fácil el muchacho flaco y miope, de mirada triste y enormes gafas. Tres veces seguidas, en 1965, 1966 y 1967, Di Bari falló en su intento. Y perdió por cuarta ocasión en 1970, a pesar de la protesta del público. Reconocido, además de intérprete, como compositor, Nicola Di Bari persistió. En 1971 cantó en dueto con Nada Malanima "Mi corazón es un gitano" y venció al favorito, Peppino Di Capri. Peppino había concursado con "El último romántico", un tema que luego grabaría Di Bari y que, por ironías del destino, se convertiría en su santo y seña (y no sería la única canción, ya que Nicola también registró "Un gran amor y nada más", con el que Peppino triunfó en 1973). Recién en solitario, en 1972, Nicola di Bari obtuvo el primer puesto con "Los días del arcoiris". Pero el hijo de campesinos quería romper el récord de cuatro títulos de Doménico Modugno y en 1974 compitió de nuevo, pero lo derrotaron. "En aquella época, ganar una manifestación canora de aquella importancia era una sensación casi de éxtasis, cuando oías pronunciar tu nombre y te proclamaban ganador", escribe Di Bari: "Pensabas que habías llegado a la cumbre. Era de veras increíble. Pienso que todavía lo es".
No sabía que mientras porfiaba en San Remo, en el mundo hispanohablante sus canciones lo habían convertido en un indiscutible ídolo. En la época en que reinaban las dictaduras militares, en América Latina, en los años 70 y parte de los 80, Nicola di Bari disfrutaba de una popularidad que antes no había tenido otro cantante italiano. "Trotamundo", "Como violetas", "Lisa de los ojos azules", "Tú y yo", "Vagabundo", "La primera cosa bella" sonaban encantadoras, narcóticas, seductoras, entre secuestros y desapariciones. Nicola Di Bari se había ganado el título de El último romántico. Con mucho menos cabello, con una voz antediluviana y al borde de los 70 años, Michele Scommegna sigue activo y canta como si lo hiciera por primera vez aquellos temas que son parte del canon amoroso latinoamericano. El pasado todavía le dura.

jueves, 28 de abril de 2011

El saxo lo pongo yo

El maestro del jazz latino presenta en vivo su reciente y premiado disco 
Por Ángel Páez
 Tocadisco | El saxo lo pongo yo
ÓYELO BIEN. Todo el mundo sabe en Cuba que Paquito D’Rivera es un anticastrista sin pelos en la lengua. Su rechazo al régimen no es solo de palabra. Cuando se enteró de que Santana tenía planeado presentarse en la entrega del Oscar del 2005 con una camiseta estampada con el clásico rostro del Che Guevara, Paquito lo convenció de que no lo hiciera. Desde que abandonó la isla en 1981, D’Rivera no ha dejado de fustigar ferozmente a Castro y sin embargo en la isla su nombre inspira respeto.
Aunque su obra no es parte del canon oficial, ningún músico puede obviarla, especialmente si se recuerda que el inventor del jazz latino, el legendario Mario Bauzá, dijo de él: "Es el único a quien conozco que toca verdadero jazz latino, mientras que todos los demás hacen jazz afrocubano". Es tan poderosa la presencia e influjo del saxofonista que una de las figuras de la crítica oficial, Leonardo Acosta, en su enciclopedia Cubano Be, Cubano Bop: Cien Años de Jazz en Cuba, no sólo le dedicó a Paquito D’Rivera más espacio que a otros sino que el maestro escribió el prólogo a la edición norteamericana del libro.
D’Rivera vino al mundo con un saxofón bajo el brazo. Antes de aprender béisbol o dominó, ya dominaba el instrumento de metal (en el álbum Portraits of Cuba, de 1996, aparece una fotografía del músico cuando era niño tocando un saxo sobre el escenario). Fue su papá, el saxofonista Tito Rivera –quien lo acunaba con las notas de Benny Goodman y Duke Ellington– el que lo presentó en el Tropicana en calidad de prodigio. Tenía solo seis años y vestía pantalones cortos. Desde ese momento el músico nacido el cuatro de junio de 1948 despertó la atención de todo el que aprecia el sonido afrocubano.
De la misma generación que otros grandes de la isla caribeña como Chucho Valdés, Arturo Sandoval y Emiliano Salvador, la obra D’Rivera ha impactado decisivamente en la evolución del jazz latino del último medio siglo con álbumes que son materia de inspiración y estudio. El inquieto músico que sólo pierde el humor cuando le mencionan a Fidel Castro, también ha incursionado en la literatura con un libro de recuerdos, Mi historia saxual, en el que no pierde la oportunidad de hacer leña al régimen. Pero en su presentación del próximo sábado seis de setiembre en Lima, Paquito sólo ofrecerá una muestra de la enorme dimensión de su música. No todos los días se repite un milagro parecido.
INFLUENCIA PERUANA
Casi un lustro después de abandonar Cuba, llegó a Lima por primera vez en 1985. Se presentó un año antes que lo hiciera Irakere, la orquesta con la que revolucionó la música cubana. Retornaría en 1995 con Giovanni Hidalgo,con un espectáculo que incluyó al maestro Óscar Avilés. Su bajista Óscar Stagnaro es el responsable de que Paquito incluya en su repertorio música e instrumentos peruanos. D’Rivera es un devoto de Chabuca Granda.
EL TANGO SEGÚN PAQUITO
Ha grabado con el chelista de origen chino Yo-Yo Ma, con el Cuarteto de Cuerdas de Buenos Aires, la Chamber Orchestra Werneck, la European Art Orchestra y la Absolut Ensemble. Ha registrado joropos, guapangos y habaneras, lo mismo que piezas de Mozart y Lecuona. Inspirado en su amado Astor Piazzolla, Funk Tango es su nuevo y enésimo premiado disco. Suenan el cajón y la quijada peruanos. Una delicia.

sábado, 9 de abril de 2011

“Es maravilloso todo lo que está pasando aquí”

La Republica

16 de enero de 2011

TANIA LIBERTAD. Es una de las intérpretes que más lejos ha llevado la música peruana, y lo ha hecho fusionando ritmos locales con sonoridades foráneas. Tania Libertad fue de las primeras que tomó ese riesgo y acertó antes que otros. Hoy es una artista consagrada que vuelve al país para confirmar su vigencia y mostrar la solvencia con la que transita por los géneros más insospechados. Desde Arequipa, donde se presentó esta semana, ella habla aquí de su carrera, del país y de sus recordados Benedetti, Saramago y Chabuca.      

Por Cristhian Ticona. Arequipa

Después de haber explorado distintos géneros, has hecho música mexicana, negra, criolla, boleros, etc. ¿Hay algún género por el que tengas una obsesión particular para tus proyectos musicales futuros?

–Se han inventado tantos géneros que por supuesto voy a morir y no voy a explorarlos todos. Yo siempre me acerco a aquellos en los que mi sensibilidad se sienta más cómoda. Por supuesto, no cantaría heavy metal, aunque me gustan muchas cosas del rock. Tampoco haría rap ni haría una improvisación de jazz porque no tengo esa capacidad, pero de pronto fusionadas es probable. Es más, estoy experimentado con música electrónica.

–Tú has hecho de las fusiones uno de tus baluartes musicales, y algunos puristas te critican por ello.

–Me gusta y respeto mucho el folclor, las raíces, pero creo que no hay ningún problema con fusionarlos o darles un nuevo aire. Yo estoy en contra de las fusiones cuando están hechas con mal gusto. Acabo de cantar en Lima, en una playa, en Asia, y les ofrecí una versión de El plebeyo con un arreglo minimalista, y se volvieron locos porque ahí está la canción y el ritmo, pero no es la misma guitarra llorona. Sigue siendo un vals pero tiene un aire que si se lo cantas a un europeo o un norteamericano también le va a gustar.

–Te recordamos por interpretaciones geniales como Alfonsina y el mar o Concierto para una sola voz, pero también grabaste un disco de arias. ¿Acaso ha sido este tu disco más difícil?

–Sí, cómo no. Me costó muchos sentimientos. Lloré después de haber aceptado hacer el disco. No quería hacerlo, pero el ingeniero Carlos Slim me persiguió tanto tiempo que tuve que decirle ya. Pero luego tuve un ataque de arrepentimiento y lloré porque sentí que me había pasado de soberbia. Sabía que no iba a poder hacerlo.

–Sin embargo, resultó un álbum extraordinario.

–Claro, pero estuve llorando cuatro meses arrodillada, con un aparato de sonido oyendo a María Callas porque yo quería cantar como ella, y fue esa mi peor soberbia.

–Empezaste precozmente en la música. A los siete ya eras conocida y a los nueve grabaste tu primer disco. ¿Cómo descubriste que tenías una voz prodigiosa?

–En realidad empecé a los cinco. A los siete ya ganaba dinero cantando. A los diez viene el éxito de la Contamanina. Pos yo me descubrí solita. Vivía en Chiclayo, que era un pueblo muy chico. Tenía un grupo de amiguitos que nos inscribíamos en todos los concursos de radio, y mi mamá se viene a enterar de esto cuando ya estoy en la final de un concurso. Tenía mis zapatos muy rotitos y entonces le dije: fíjate que soy finalista, y mi mamá se hizo un préstamo, éramos muy pobres, y me compró unos zapatitos de charol.

–Te fuiste del país en 1980 y en México empezaste una carrera ascendente desde cero, cantando en las plazas, en las cárceles.

–Totalmente de cero. No llevé ni los discos que tenía aquí, ni la ropa, ni el currículum. Estoy muy orgullosa de no haberle quitado el lugar a nadie en México; yo me lo gané.

–¿Cómo has encontrado el Perú ahora? ¿Crees que está encaminado?

–Me parece maravilloso todo lo que está pasando aquí. Cuando me fui el Perú estaba muy mal, empezaba la violencia terrorista, pero todo estaba muy mal, no había respeto por nada. A mí no me gustaba lo que hacía aquí porque yo vivía como una doble vida. Tenía que cantar por las noches en unas peñas, y luego por las tardes me iba a escondidas a cantar a los maestros en huelga y les cocinábamos la sopa. Había mucha polaridad, la gente estaba muy dividida, era muy difícil vivir aquí.

–¿Trovadicción y Como una campana de cristal son tus trabajos más políticos?

–Yo cantaba cosas de la trova desde acá. En el Teatro Municipal hacía cosas de (Joan Manuel) Serrat, de Silvio Rodríguez, de Pablo Milanés, pero la importancia de Trovadicción es que me atrevo a salirme de la trova pura y a meterme con el rock y con otros ritmos. Los trovadores no se salían de la guitarra, y yo me atrevo a hacer cosas con batería y guitarra eléctrica.

–¿Define ese disco de algún modo tu militancia en la izquierda? ¿Qué crees que ha pasado con la izquierda peruana?

–No lo sé (risas). Estuve con Susana  Villarán, me parece una mujer extraordinaria. Creo que la tolerancia le ha aportado mucho a la izquierda en general.

–¿No crees que le ha pasado lo mismo que a los trovadores, que le ha faltado reinventarse?

–Mira, primero quiero ver gobernar a Susana. Aquí realmente la izquierda nunca ha estado en el gobierno. Los últimos gobiernos han sido de derecha moderada, más de centro, y hay que reconocer que le ha servido al Perú. Creo que la gente ha madurado mucho. Espero que no vuelvan los populismos porque eso es lo que más daño le hace al país.

–Tus versiones de Ojalá o Gracias a la vida son de antología, pero hay una de Sin la luna de Alejandro Filio que es de culto.

–¿Tú conoces Sin la luna? Poca gente la conoce. Esa canción es hermosa. Esa canción está grabada con una sola guitarra, que es la de su autor. Yo estaba muy resfriada, había ido a Guadalajara a cantar y me desvelé. Pero, con todo, a la gente le ha gustado mucho esa canción.

–Tienes el mérito de haber musicalizado poemas de Juan Gonzalo Rose, Mario Benedetti y Pablo Neruda.

–Claro, he tomado mucha obra de los poetas. De (Manuel) Scorza grabé Serenata, de (César) Calvo ni se diga. Yo pertenecí al movimiento de música popular que se hizo en la época de (Juan) Velasco y era de los talleres de la canción popular.

–Fuiste muy amiga de Benedetti. ¿Cómo asimilaste su muerte?

–Imagínate. Fui su amiga desde el año 75. Cuando hice el disco para él (La vida ese paréntesis) fue en el año 98, y le gustó tanto que cada homenaje que le hacían en España me llevaba para que yo cantara.

–Un disco que prologó el Premio Nobel de Literatura José Saramago.

–Él también se volvió loco cuando me oyó cantar en España en un homenaje a Rafael Alberti. Como ese disco salía para Alfaguara, me aceptó escribir el prólogo antes de ser nombrado Nobel. Y cuando lo nombraron yo dije: ya se fregó la cosa, ya no me va a escribir nada. Pues no, en el trayecto de Lanzarote a Lisboa, me escribió el prólogo.

–¿Cuánta ha sido la influencia de Chabuca Granda en tu música?

–Enorme. Era una persona muy sabia. Estuve hace unos días con su hija en México porque le vamos a hacer un homenaje allá. Yo le contaba todas las cosas que había aprendido de su mamá y también la cantidad de veces que le desobedecí y me fue mal. Una vez tenía que ir a cantar a un festival a Puerto Rico y ella me dio una canción y dije: no, yo quiero cantar Las flores buenas de Javier (Heraud), y ella no se enteró. Cuando la canté así nomás por mis pistolas, saqué cero pues. Porque era Puerto Rico, Estados Unidos, y ella me había dicho: cómo vas a llevar una canción de un guerrillero a Puerto Rico. Y me vine con cero.